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Primer acercamiento a la soledad




Edificio con luces encendidas
Nomad Living, Benito Juarez, Ciudad de México.


Con el paso del tiempo los individuos tienden a transformarse en el plano personal, estos cambios, al generalizarse pueden convertirse en hechos sociales, la soledad es un claro ejemplo. La soledad no siempre es deseada, de acuerdo con las definiciones de diversos teóricos en psicología, esta es una experiencia displacentera y estresante que deriva de la falta de relaciones sociales. Aquellas personas que no encuentran en la soledad un mundo interno enriquecedor, presentan carencias afectivas y al no estimular su lado social, sus habilidades cognitivas se ven deterioradas. (Montero & Sanchez-Sosa, 2001, 20).


En contrapartida, la soledad también surge en un entorno de acompañamiento, sin embargo, cualquiera que sea el tipo de relación, la interacción entre las personas no es emocionalmente satisfactoria. En ese sentido, se puede deducir que la soledad, en principio, es subjetiva.


En las últimas décadas, la comunidad científica ha hecho énfasis en el tema de la soledad, puesto que hay un número creciente de personas que se identifican con ella. La mayoría de los estudios relacionados con el fenómeno de la soledad tienen como principal objeto de estudio a las personas de la tercera edad. En un documento emitido por la Organización Mundial de la Salud, del 2021, se asegura que entre el 24% y el 30% de las personas mayores en China, Europa, América Latina y los Estados Unidos, se reconocen en los estándares de la soledad.


Siguiendo la línea de la soledad en la población de la tercera edad, un estudio de la Universidad de San Francisco, en el cual participaron 1,604 personas, donde la edad media de los participantes rondaba los 71 años, y de los cuales el 59% eran mujeres, refleja que el 18% vivía sola o solo. Los resultados indicaron que el 43% de la población estudiada se sentía sola. El 95% relaciona la soledad con la muerte y de acuerdo con los datos estadísticos de esa investigación, la soledad tiene repercusiones en el declive funcional de las personas, ya sea en tareas domésticas o simples actos de movimiento (Perissinotto, 2012).


La soledad también se ha estudiado desde el ámbito de la medicina, ya que los profesionales de la salud aseguran que sentirse solo se relaciona con diversas enfermedades, como la presión arterial alta, la obesidad y el tabaquismo. Asimismo, el estado de soledad tiene la capacidad de elevar los niveles de hormonas del estrés y de fomentar la inflamación crónica, que dan cabida a afectaciones corporales y de funciones cerebrales.


La presencia de la inflamación crónica en el organismo no debe tomarse a la ligera, ya que está ligada a enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2 e incluso a los intentos de suicidio. De acuerdo con el Dr. Cacioppo, la soledad tiene la capacidad de interferir en el código genético, especialmente en el gen que interviene en una inflamación, haciendo que el cerebro no reciba las señales correctas al momento de una infección (Brody, 2013) (Criado, 2015).


Por otra parte, existe el daño cognitivo, pues el individuo, al no tener una armonía con su entorno, tiene mayor riesgo de presentar trastornos mentales, enfermedades neurológicas, sobre todo en personas de la tercera edad. El artículo de la OMS pone sobre la mesa la importancia de hacer énfasis en la soledad como un problema de salud pública, ya que la población de la tercera edad, a nivel mundial, en el 2050 representará el 22% del total. La demencia y la depresión son los trastornos neuropsiquiátricos más comunes en ese grupo de edad (Organización Mundial de la Salud, 2017).


Asimismo, la OMS calcula que en el mundo hay 47,5 millones de personas aquejadas de demencia. Se prevé que esa cifra aumentará hasta 75,6 millones en 2030 y a 135,5 millones en el 2050; además, la mayoría de esos pacientes vivirán en países de ingresos bajos y medianos (Organización Mundial de la Salud, 2017).


Actualmente, quienes indagan en el tema, se dan cuenta de la afectación generalizada que está provocando la soledad, razón por la que es considerada una pandemia silenciosa. La importancia de la soledad en el área de la salud pública implica un mayor esfuerzo de los sistemas sanitarios a fin de prevenir futuros trastornos físicos y mentales, sin embargo, habría que hacer más investigaciones de corte cuantitativo con el propósito de disponer de datos más precisos.


La soledad no solo aqueja a los adultos mayores, también se manifiesta en los adolescentes. Con base en un estudio realizado en el 2012 por la Universidad Nacional Autónoma de México, a 216 niños que cursaron el 5º y el 6º año de la educación básica en la provincia de Santiago del Estero, en Argentina, los resultados indican que el 23% de los adolescentes tenían comportamientos típicos de la soledad y el 19%, padecía en aislamiento social. Estos números duplicaron las cifras de la Encuesta Nacional de Salud Escolar en Argentina, en el 2007, que mencionan que el 10% se percibió en soledad y aislamiento (Contini et al., 2012, p.140).


Los resultados también arrojaron que el 26% de los adolescentes presentaban insensibilidad social y escasa empatía al momento de ayudar y/o comprender a otros en situaciones complicadas. Sumado a lo anterior, el mismo porcentaje de la población estudiada, presentó dificultades para seguir las normas sociales establecidas para una buena convivencia dentro del aula. (Contini et al., 2012, p. 140)


Ahora bien, la soledad como un fenómeno social emergente puede contrastarse con la felicidad para llegar a comprender el concepto y sus implicaciones. Según el Informe Mundial de Felicidad 2022, el país donde predomina la población satisfecha es Finlandia, seguido de Dinamarca. La medición de felicidad tiene como principal eje el ingreso económico, los servicios sociales, la esperanza de vida y educación, condiciones que también denotan la calidad de vida.


Aun cuando el nivel económico influye en las actividades recreativas que pueden brindar placer a las personas, eso no significa que el individuo se sienta satisfecho con su rutina diaria. El país, periódico español, declara que la perfección nórdica es una ilusión, puesto que con base en su investigación, el 40% de la población afirma sentirse en soledad, una cifra relativamente alta, si se considera que 4 de cada 10 hogares están conformados por una sola persona (Palomo, 2017).


En el artículo escrito por Verónica Palomo (2017), los antidepresivos forman parte de la dieta diaria del 11.8% de la población finlandesa, seguido por Suecia con el 8.4% y Dinamarca con el 8%. Es importante mencionar que la población nórdica en otoño-inverno suele aislarse en sus hogares por la presencia de un clima extremo. En el caso de Finlandia, el abuso del consumo de alcohol fue la principal causa de muerte en el 2007.


Canadá es un país que también experimenta cambios de temperatura drásticos. En una encuesta realizada a 246 adultos de entre 18 y 30 años con la finalidad de obtener datos acerca de la soledad y la relación con el consumo de alcohol y el uso de sustancias recreativas, se muestra que hay una relación entre las dos categorías en un 50% (Moisés, 2020).


Yuval Noah Harari (2016), en su libro Homo Deus, expone que la felicidad es una fase importante para el desarrollo del ser humano. Siguiendo la lógica del autor, los seres humanos, a lo largo de su historia, han pasado por diferentes guerras y epidemias, todas altamente catastróficas y desastrosas. Ahora, con el avance de la tecnología y los procesos de paz, se ha logrado mejorar la esperanza y la calidad de vida de la población.


A pesar de que existen condiciones menos riesgosas a las que prevalecieron en otras etapas, las estadísticas que muestra Harari en su libro en relación a la felicidad, después de la segunda guerra mundial hasta la actualidad, denotan que no hay cambios significativos, por ejemplo, en Estados Unidos y Japón, aún y cuando los ingresos de las poblaciones se quintuplicaron (Harari, 2016, 46-47).


Harari (2016) parte de dos elementos para comprender la felicidad: en primera instancia, la cuestión psicológica y en segunda, la biológica. La primera variable está relacionada con las expectativas de vida, que el ser humano crea por sí mismo en relación a algún acontecimiento, que al no ser como se lo imaginó, crea un entorno de insatisfacción. Por otro lado, el ser humano no puede negar su naturaleza biológica, ya que el cerebro recibe estímulos positivos al momento de recibir placer.


La última parte está ligada a las actividades en el plano personal, lo que para algunos puede ser placentero, para otros no. Bajo esa lógica, algunos encuentran satisfacción con el reconocimiento social, mientras que otros pueden encontrarlo en el café o en el consumo de sustancias, por ejemplo. Las sensaciones de goce que dan ciertas actividades generan transmisiones neuronales que pueden llegar a puntos álgidos que al momento de declinar causan desánimo.


Si bien es cierto que ahora los seres humanos tienen mayor conciencia de lo que sucede a su alrededor, también hay canales que propician las expectativas de vida que se deben llevar, como las redes sociales en la cuales hay un exceso de optimismo, que hace pensar a los demás que sus vidas no son placenteras. Otro fenómeno derivado de las redes sociales es la ansiedad social, en la cual el individuo teme entablar conversaciones con otras personas y por ende, ser parte de algún círculo social.


Lo expuesto denota que la soledad es un fenómeno en crecimiento, que tiene un amplio espectro de actuación. No es lo mismo la soledad en el norte de Europa que en Japón y en el sur de América.



Nota: Este trabajo fue un esquema general para obtener el Diploma en Metodologia de la Investigación Social por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) sede Uruguay.


Referencias


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